
Estoy leyendo La Misteriosa llama de la reina Loana y antes de que el protagonista se encuentre con una persona amiga, recuerdo haber soñado una vez ésta pequeña historia.
Estoy en un hospital y parece que he tenido una importante pérdida de memoria. No sé muy bien por qué. Recuerdo muchas cosas, pero no reconozco a las personas con las que vivo: familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc. Me voy recuperando y voy conociendo día a día a las personas más cercanas y mañana está previsto que vengan mis dos hijas.
Paso la tarde leyendo periódicos y revistas y poco antes de la hora de la cena oigo que alguien se acerca a la salita de estar donde paso la tarde junto a tres o cuatro personas más, Varias personas doblan la esquina del pasillo y entran en la estancia; puede que vengan a ver a cualquiera de los pacientes de las habitaciones próximas. Sin que medie ninguna palabra, sin ningún gesto especial cuatro personas se aproximan a nosotros. Noto una sacudida interior, noto frío, me estremezco y sé que una de mis hijas está a pocos pasos. La emoción, el sentimiento, la alegría encoge mi cuerpo y mis ojos buscan otros ojos. Dos sonrisas sustituyen durante unos instantes las palabras ocultas.
¿No tenías el viaje para mañana?